"lleva tiempo […] sembrar, cultivar y abonar el deseo. El deseo necesita tiempo para germinar, crecer y madurar. El "largo plazo" se hace cada vez más corto en nuestros días pero la velocidad de la maduración del deseo se resiste tozuda a acelerarse..." (Zygmunt Bauman, Amor líquido, p.30)

hablar de deseo hablando de mí misma, es como enfrentarme contra un muro con mil espejos. personifico el deseo en mí y en todo aquel que se(me) refleje en él, ¿cuánto deseo, entonces, es mío?
a través de esta obra intento reconciliarme con mi deseo, plantando sobre un colchón -lugar donde tantas veces lo he perdido y creído encontrar- semillas de trébol, cuidándolas, regándolas, viéndolas crecer.
además, por medio de una gotera, que se filtra y cae a través de una lámpara hablo del otro -vecino-, de cómo este, a través de su presencia-existencia, y casi como un susurro, hace crecer, bajo sus propios parámetros, mi propio deseo.
trabajo así, el límite de lo mío y lo tuyo, de lo propio y lo ajeno.