tras el cobijo que proporciona una puerta hago mi vida, la hago para mí. la puerta me permite ser quien quiero ser a solas, y por mi puerta dejo pasar a quien no me importa que me vea de esa manera.

cuando la vecina abre su puerta miro de reojo, y veo lo que la entrada me deja entrever de ella
                                                                                                                                    -su carta de presentación para, si hace falta, mentir al visitante-.

pero cuando salimos al pasillo, a ese entre que delimita mi intimidad con la suya, ahí nos encontramos, y, por cercanía del hogar, o por cercanía a lo íntimo, hay unos segundos que somos nosotras mismas en público.
porque tan solo una puerta delimita lo privado y lo público, porque con un paso fuera de casa pasamos a estar en medio de todas las que somos y de todo lo que compartimos.